viernes, 3 de agosto de 2012


Aborto: dolorosa realidad 
El aborto es uno de los espejos más nítidos y universales de la condición humana: sus múltiples caras reflejan con crudeza los avatares de quienes los sufren y las ideas de quienes los observan. "Herido de realidad y en busca de realidad", decía el poeta Paul Celan. "Herida por la realidad y asfixiada por la realidad" debe ser el lema de muchas mujeres en muchas partes del mundo y durante muchos años si no es que siempre. ¿Qué debe y que puede decirse hoy acerca del aborto? 
A partir de una vieja idea que asevera que el aborto regresa a la mujer a su condición de mujer, armo un rompecabezas. Cavilo en lo que escribió una mujer en Zambia: "Debido a que era portadora del virus de inmunodeficiencia humana no me permitieron parir en el hospital. Tuve que parir en casa". Pienso: la tétrada mujer, ser VIH positiva, embarazo y pobreza es pésima combinación y signo ominoso de nuestros tiempos. 
Recuerdo el comentario de una paciente: "Para muchas mujeres, las trabas, los silencios y las dobles morales en torno al aborto son razones fundamentales para vindicar la condición de la mujer". Me digo: quienes abortan "fuera de la ley" confrontan incontables rincones de la sociedad, de los sistemas de salud, de la noción de pareja, de la moral religiosa. El aborto pone a prueba el edificio ético de la sociedad. 
Leo algunos datos: en Latinoamérica la proporción de muertes por aborto inseguro es extremadamente alta: 24 por ciento. Cada año fallecen en el mundo aproximadamente 70 mil mujeres por abortos efectuados en malas condiciones e innumerables mujeres quedan con lesiones residuales el resto de su vida (cuando el procedimiento se realiza en instituciones sanitarias la mortalidad es cercana a cero). En Uruguay, 48 por ciento de las muertes maternas se atribuyen al aborto practicado en condiciones de riesgo

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